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Obras ajenas, méritos prestados: la herencia que Toño quiere hacer suya

Culiacán, Sin, 17 de mayo del 2025.- En la política, la memoria suele ser frágil. Pero en Ahome, hay hechos que no se pueden borrar ni con discursos ni con banderazos. Las obras que hoy se presumen como novedades de la administración interina de Toño Menéndez fueron gestionadas, proyectadas y empujadas desde hace tiempo por Gerardo Vargas Landeros. La única diferencia es que hoy, con Vargas fuera del cargo y con el visto bueno de Culiacán, finalmente se les da luz verde.

Las obras vienen del pasado, no de la improvisación.
Las acciones que hoy se anuncian como nuevos logros son parte de los proyectos gestionados por Vargas Landeros con recursos del crédito de 110 millones de pesos aprobado por el gobierno del estado. Durante meses, estas iniciativas estuvieron congeladas. No por falta de planeación ni por ausencia de necesidad, sino por una decisión política desde el despacho del gobernador Rubén Rocha Moya, que optó por frenar el desarrollo de Ahome para evitar que Vargas capitalizara políticamente los resultados.

El desbloqueo súbito y la estrategia del lucimiento.
Ahora que Vargas ha sido desplazado, casualmente las obras avanzan. En apenas una semana, Toño Menéndez ha salido a dar banderazos y a presentar proyectos como si hubieran nacido de su escritorio. Pero lo cierto es que se trata de infraestructura planeada desde la anterior administración municipal. El clarificador del Poblado 6, la planta potabilizadora de Topolobampo, el drenaje de Bacorehuis, y hasta la remodelación de la plazuela 27 de septiembre, tienen origen en expedientes ya trabajados por el equipo de Vargas.

El castigo político a Ahome por motivos personales.
Durante casi tres años y medio, el gobernador Rocha mantuvo a Ahome con apoyos dosificados, limitados, como si se tratara de un municipio ajeno. La razón es política, no técnica: impedir que Vargas creciera más que sus alfiles. Tanto Juan de Dios Gámez como Estrella Palacios fueron apuntalados desde el gobierno estatal, mientras Vargas lidiaba con trámites detenidos, recursos retenidos y la constante omisión de Culiacán.

Viejos políticos, viejos rencores.
La historia se repite. Como en el caso de AMLO, Rubén Rocha Moya llegó al poder cargado de resentimientos del pasado. Esa carga no solo lo ha llevado a actuar con parcialidad, sino también a obstaculizar el desarrollo de regiones enteras por razones personales. Lo que debería ser una administración enfocada en el bienestar de todos, se convirtió en una plataforma para premiar a los leales y castigar a los incómodos.

Las obras como botín electoral.
Con el 2027 en el horizonte, la narrativa ya se está construyendo: los alfiles del gobernador aparecerán como gestores eficaces, mientras los verdaderos impulsores de los proyectos quedan fuera del cuadro. Toño Menéndez se presta al juego, intentando borrar el trabajo de Vargas y presentarse como el nuevo rostro del progreso, aunque la realidad diga lo contrario.

Las obras en Ahome no nacieron de la noche a la mañana ni fueron producto de la capacidad de reacción de una administración interina. Son el fruto de una gestión previa que, por razones políticas, fue saboteada desde el poder estatal. Hoy, con los reflectores sobre Menéndez, se busca hacer creer que todo comenzó apenas. Pero la gente sabe. Y en política, aunque quieran esconderlo, el mérito también tiene autor.

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