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El ocaso de “Rigo, mi gallo”: una elección que ya no pudo evitar

En Los Mochis, la rebelión contra el viejo liderazgo de la Unión de Trabajadores del Volante en el Norte de Sinaloa (UTVNS) dejó de ser murmullo para convertirse en asamblea formal, quórum legal y convocatoria a elecciones. El ausente: Rigoberto Rodríguez Pineda, conocido como “Rigo, mi gallo”, quien en otro momento se habría colocado al centro del presídium, pero que hoy, ni sus más fieles operadores alcanzaron a justificar.

La escena fue clara. Enrique Palma Medina, en calidad de Secretario General Adjunto, reunió a más de 300 socios, 250 de forma presencial y 56 más mediante representación verificada, superando así el mínimo requerido para formalizar decisiones dentro del gremio. El acuerdo: poner fecha para elecciones. El día: 8 de julio. La señal: se acabó el margen de maniobra para quienes han sostenido su poder con el chantaje, el aplazamiento y la cooptación.

Lo irónico es que fue el propio Rigoberto Rodríguez quien, apenas días antes, firmó un acuerdo con choferes disidentes para convocar a la misma asamblea. Pero en un giro predecible —y para algunos ya cansado— optó por cancelar su participación a último momento. Sus adversarios no dudaron en calificar la ausencia como una muestra de “cobardía”, pero más allá del insulto, el hecho revela lo que ya es inocultable: Rigo ya no tiene control ni del calendario, ni de la narrativa.

La UTVNS ha sido, por décadas, una caja de resonancia del poder informal. Desde ahí se han tejido redes clientelares, favores políticos y resistencias a cualquier intento de regulación externa. Lo que está ocurriendo en estos días en Los Mochis es una expresión de algo más profundo: el desmoronamiento de un tipo de liderazgo que confundió el oficio de representación gremial con el usufructo personal.

Rodríguez Pineda apostó por retrasar, dividir y desgastar a la oposición. Su ausencia del martes no es estratégica, es sintomática. Ya no logra sostener ni siquiera su propia versión de los hechos. Y en política sindical, cuando el líder deja de hablar, los números hablan por él.

De aquí al 8 de julio se escribirá el capítulo final de esta disputa. El gremio se prepara para renovar su dirigencia en medio de tensiones acumuladas, pero también con una inusual muestra de organización y voluntad. Enrique Palma ha capitalizado el vacío y dado un paso al frente. No está libre de cuestionamientos, pero hoy representa una alternativa tangible frente a un liderazgo que, por decisión propia, ha comenzado a enterrarse solo.

La UTVNS, en otros tiempos cerrada y obediente, parece haber redescubierto el valor de la asamblea. Y eso, en un sindicato históricamente dominado por una sola voz, ya es una forma de insurrección.

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