Los números no mienten, pero tampoco gritan toda la verdad. La encuesta presentada por GobernArte S.C. —una fotografía digital tomada vía inteligencia artificial, moderna y precisa como prometen sus métodos— deja ver un panorama que, aunque a simple vista favorece a Morena, también revela fracturas, resistencias y silencios estratégicos dentro del aparato político de Sinaloa.
Morena, con un 40.3% de preferencia, mantiene ventaja frente al PAN (16.3%) y al PRI (12.5%), aunque la suma de indecisos (18.3%) y la dispersión entre partidos menores reflejan un electorado más escéptico que convencido. El fenómeno no es menor: uno de cada cinco sinaloenses simplemente no se identifica con ningún proyecto político, ni siquiera con el que actualmente gobierna con mayoría.
La sorpresa o, mejor dicho, la persistencia incómoda se llama Gerardo Vargas Landeros. Con 75 días de desafuero y sin presencia mediática activa, el aún alcalde suspendido de Ahome aparece en empate técnico con Imelda Castro por la candidatura de Morena, muy por encima de operadores cercanos al gobernador Rubén Rocha, como Enrique Inzunza. El silencio institucional en torno a Vargas no ha logrado borrarlo del imaginario electoral, lo que parece más una señal de resistencia popular o fidelidad política que una estrategia de marketing.
La encuesta no solo mide popularidades; mide territorios de influencia y fortalezas internas. En Morena, hay tres carriles en disputa: el de la senadora Imelda Castro, que avanza firme con 20.5%, sin escándalos ni sobresaltos; el de Vargas, con 19.1% desde la sombra y la confrontación directa con el poder estatal; y el de Inzunza, el operador favorito de Rocha, que apenas alcanza 12.7%. Una lectura cuidadosa del tablero revela que el gobernador no tiene asegurada la sucesión ni en su propio partido.
En el PAN, Eduardo Ortiz lidera con 28.4%, seguido de cerca por Roxana Rubio, pero el verdadero reto es la marca: una oposición sin narrativa, sin músculo, sostenida en liderazgos individuales más que en proyecto colectivo. El PRI, por su parte, encuentra en Mario Zamora su única ficha viable, aunque muy lejos de los números necesarios para competir en serio. Movimiento Ciudadano, con Sergio Torres como referente, parece jugar solo a mantener presencia testimonial.
Lo que la encuesta también delata —aunque no lo diga explícitamente— es la debilidad del oficialismo en su afán por controlar la conversación pública. Si tras dos años de gobierno, el mandatario Rocha Moya no ha logrado consolidar una figura de sucesión que agrupe, entusiasme o al menos ordene internamente a Morena, es porque su administración está más ocupada en silenciar que en construir, más en disciplinar que en dialogar.
La popularidad de Vargas Landeros no es un fenómeno aislado. Es reflejo de una estructura política y territorial que aún le responde, y también una prueba de que en Sinaloa no basta con que el gobernador levante el dedo para que los dados caigan de su lado. La encuesta de GobernArte S.C., más allá de su metodología, funciona como un termómetro político: mide el calor interno de los partidos, los fríos cálculos del poder y los signos de que la sucesión de 2027 no será ni tersa ni unilateral.
En resumen, lo que debería preocupar a Palacio de Gobierno no es solo que Vargas Landeros siga compitiendo desde el silencio, sino que el proyecto de la 4T en Sinaloa no ha logrado construir una candidatura que entusiasme, que una y que represente más que el reflejo del poder en turno. A veces, los márgenes de error de las encuestas dicen más que sus porcentajes.