En el ajedrez político de Ahome, las lealtades duran lo que tarda en llegar una nueva oferta. Los últimos movimientos de figuras como Mingo Vázquez y Karina Soto reflejan un paisaje donde el pragmatismo desborda cualquier principio, y donde los colores de partido se cambian con la misma facilidad que una corbata.
En el tablero político de Ahome, los discursos de lealtad y convicciones parecen tan frágiles como las alianzas de ocasión. Mingo Vázquez es hoy el reflejo más claro de esas incongruencias que terminan por desdibujar los principios partidistas. Su trayectoria reciente está marcada por el vaivén de colores y banderas, según convenga al momento.
Vázquez inició su andar político arropado por el PRI, partido al que debe su formación y primeras oportunidades. No hace mucho, se sabe, incluso se le ofreció encabezar la dirigencia priista en Ahome, pero ese pasado parece ya no interesarle. En 2021, cuando el PRI no le concedió la candidatura que buscaba, comenzó un cortejo con las filas de la 4T. Sin éxito en Morena, aceptó el cobijo del PT para intentar llegar a la alcaldía.
Para 2024, la historia se repitió, pero con un giro mayor: tras fustigar el desempeño del gobierno morenista, Vázquez no tuvo empacho en sumarse al PAN, partido con el que compitió bajo la alianza conformada con el PRI y el PAS. Hoy, Acción Nacional lo presume como un activo propio, y Mingo parece más cercano a las estructuras panistas que a sus viejos compañeros del tricolor. El pasado priista lo quiere borrar, pero no así su ambición de gobernar Ahome.
La paradoja se agudiza con las más recientes versiones sobre el acercamiento que habría sostenido con el secretario general de Gobierno, Feliciano Castro. La invitación: adherirse a Morena para, ahora sí, intentar de nuevo la alcaldía en 2027. Mingo pidió tiempo para pensarlo. La puerta quedó abierta y los panistas, que lo han arropado en esta etapa, podrían ser los próximos en ser dejados atrás. Malagradecido, dicen algunos; pragmático, dirán otros. Lo cierto es que la fidelidad no parece ser su fuerte.
Mingo Vázquez es, quizá, el ejemplo más claro de esta política de ocasión. Nacido políticamente en el PRI, partido que lo formó y le abrió las primeras puertas, hoy ese origen parece más un estorbo que un motivo de orgullo. Cuando en 2021 el tricolor le cerró el paso a la candidatura que ansiaba, no dudó en tocar las puertas de la 4T. Morena no lo recibió, pero el PT le dio cabida para competir por la alcaldía. La historia se repitió en 2024: tras criticar al gobierno morenista, se abrazó de las siglas del PAN para buscar el mismo objetivo. Hoy, Acción Nacional lo presume como activo propio, mientras Mingo se muestra cómodo en un partido al que hasta hace poco adversaba.
Según versiones que han trascendido en el ámbito político, Karina Soto buscó a Menéndez el pasado fin de semana para solicitarle apoyo y, de paso, explorar la posibilidad de regresar al cargo que antes ostentó en la SRE. El movimiento, lejos de ser discreto, provocó fricciones dentro de las filas morenistas. En Culiacán no cayó bien el intento de Menéndez por complacer a Soto, y mucho menos entre los aliados de Frida Acosta, actual titular de la oficina. El gesto fue interpretado como un desaire y una deslealtad hacia quienes hoy manejan los hilos del poder en el municipio.
Más aún, este acercamiento habría encendido las alertas de Tere Guerra, diputada cercana al círculo del poder estatal, quien no vio con buenos ojos el intento de Menéndez de reposicionar a Soto. La molestia no se hizo esperar, y el episodio dejó expuesto el frágil equilibrio entre los grupos y las pugnas internas que marcan la dinámica de Morena en la región.
Lo cierto es que el episodio confirma lo que muchos ya sospechaban: en el juego político de Ahome, la lealtad dura lo que dura el acceso al poder o a un cargo público. Karina Soto, quien debería al menos gratitud política por las oportunidades brindadas durante el gobierno de Vargas Landeros, terminó por mover sus fichas según las necesidades del momento. El intento por volver a la nómina no solo exhibió su necesidad, sino también el carácter transitorio de las alianzas en un entorno donde todo se vale con tal de asegurar un lugar en el presupuesto.